"The Orchestra" de Zbigniew Rybczynski · [1990] · 57 min.

Hacia finales de los ’80 nuestro autor está ya harto de los videoclips pop-rock que tuvo que realizar para mantener Zbig Vision y sus experimentaciones personales. Su primera incursión en el género conocido como “clásico” fue el cortometraje Capriccio No. 24 [1989], donde reconstruye una pieza de Paganini doce veces para ilustrar en diversos espaciotiempos la guerra de los sexos utilizando instrumentos cada vez más insólitos. Un año después termina de madurar el concepto de “pinturas musicales” en su hipnótica, mágica y sensual L’Orchestre. Seis composiciones son las elegidas para darnos un paseo ininterrumpido por una de las mentes más brillantes que nos ha dado el mundo audiovisual; las reglas del juego siguen siendo las mismas: la multiplicación de personajes en una coreografía sensual y compleja; movimientos de cámara que construyen el continuum espaciotemporal con la fluidez líquida [si se me permite] de la composición musical vibrando en nuestras mentes; la entrega ininterrumpida de uno o varios objetos a modo de testigo que van resignificándose a medida que nos acercamos al clímax... Nuevamente se hace carne la obsesión de Zbig por la percepción desde la cuarta dimensión, que le permite intuir la Simultaneidad del todo y escapar a la fragmentación causal de nuestro mundo 3D. Sólo cuando la pieza musical concluye, concluye el fluir de la acción, pasando al siguiente Acto a través de diversos conectores que sugieren una representación en un teatro del s. XVIII.

El primer fragmento, concebido a partir del Concerto nº 21 de Mozart, consiste en un baile [y no tanto] de gente mayor [y no tanto] capturada a través de una virtuosísima steady-cam que se desplaza sin limitaciones por un jardín laberíntico. Evoca la noción de vejez; el transcurso del tiempo y sus consecuencias a escala humana. No es casual que el movimiento nos conduzca hacia la Marcha Fúnebre de Chopin...

En este segundo fragmento, Zbig retoma la idea de la sucesión horizontal que ya había experimentado en su Imagine de John Lennon [1987] y otros tantos. El nexo es un infinito teclado de piano ejecutado por diversos personajes que representan todos los estados del Hombre, siempre en un contexto trágico de velorio. Humberto Eco escribió en su artículo Decir casi lo mismo [1993]: “Debemos suponer que al mirar el film con la música apagada, y siguiendo los gestos de los personajes y los movimientos de cámara, uno podría reproducir un ritmo muy similar al de la composición de Chopin, y ciertamente el pasaje sobre esa composición respeta la isotopía funeraria; de hecho, diría que la acentúa”. Pues es un interesante ejercicio que, confieso, aún no he hecho al momento de redactar estas líneas, y por el tiempo verbal que utiliza Eco, creo que no soy la única...

La misma continuidad horizontal se da en el fragmento sobre el Adagio de Albinoni, que acompaña la increíble caminata de Lev Shekhtman sobre planchas de madera suspendidas en el aire, algo similar a lo que había hecho en Keep your eye on me del músico Herb Alpert en 1987, sólo que utilizando sogas en lugar de planchas. Podéis imaginaros el efecto.

El fragmento de La gazza ladra nos conduce a las galerías del Louvre [en la sala dedicada a Le radeau de la Meduse de Gericault]. El espíritu de Méliès revive como nunca cuando nuestro personaje-nexo despliega una tela blanca de la cual surgen objetos y personajes varios que forman una extraordinaria coreografía antes de desaparecer. Como en los fragmentos anteriores, el Arte de la Seducción se ve generosamente enriquecido por la fluidez del movimiento [tanto interno como de cámara] al ritmo de esta pieza de Rossini.

Y por si cabía alguna duda, los cuerpos perfectos de un hombre y una mujer vuelan amorosamente desnudos bajo las bóvedas de una catedral. El Ave María [el de Schubert, no el de Mendelssohn] roba el aliento en esta increíble, indescriptible escenificación.

Toda esta preparación sólo podía concluir en un movimiento in crescendo que nos permitiera llegar al clímax. Es comprensible la elección del Bolero de Ravel para semejante tarea. A Zbig esta pieza le sugería la idea de una laaaaarga “Marcha del Comunismo”; una procesión de personajes subiendo una escalera interminable [que recuerda a las escaleras de Odessa en su Steps de 1987] recortados contra un fondo donde el sol del socialismo está agónicamente poniéndose en el horizonte. Todos los personajes involucrados en la revolución [y no podían faltar insinuantes mujeres seducidas por el poder o tratando de robar información a agentes de la KGB] transportan carteles, banderas rojas y lo que tengan a mano, cruzando diagonalmente el campo de visión [siempre en ascenso, no olvidar]. El desfile culmina con una metáfora de la caída del muro de Berlín [que había sucedido el año anterior] y finalmente, la cortina del teatro dieciochesco se cierra para silenciar imagen y música, dejando pasar sólo el canto de dulces pajarillos sobre los créditos finales.
Y evocando este delicioso sonido, aprovecho para despedirme hasta la próxima. Salud.


Ficha Técnica
Guión y Dirección: Zbig Rycbzynksi
Producción: Stuart L. Weiss
Asistencia e ingeniería de efectos: Ryszard Welsnowski
Edición: John O’Connor
Dirección de Arte: Mariana Castiello, Wanda Rybczysnka
Música: Mozart, Rossini, Schubert, Ravel, Albinoni, Chopin
Intérpretes: Lev Scheckhtman, Michelle Cashwell, Jacqueline Ramel, Jennifer Cook, Andrew Breen y otros


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